En 1980, las asociaciones de Santoña intentaron recuperar el Carnaval de la localidad, pero debido al miedo, la cautela y otras circunstancias del momento, no se pudo celebrar el tan esperado evento. España acababa de salir de una dictadura de muchos años y, aunque ya se vivía en democracia, esta aún no estaba completamente asentada, y el temor persistía en diversos ámbitos de la sociedad, incluida la clase política.
Tras el rotundo éxito de participación en el Carnaval de 1981, y con el entusiasmo aún latente, el Ayuntamiento, las peñas, las asociaciones y la ciudadanía en general se lanzaron sin descanso a la organización del Carnaval de 1982.
Si en 1981 el Carnaval de Santoña representó el resurgir de una fiesta popular arraigada en la localidad desde siglos atrás, y en 1982 se trazó el camino a seguir, dotando al evento de un formato más amplio, el Carnaval de 1983 marcaría la consolidación definitiva de esta celebración marinera como uno de los referentes festivos de toda Cantabria.
El carnaval de Santoña era imparable; ni siquiera una gran nevada pudo detenerlo, tal era el entusiasmo de todo un pueblo volcado en la celebración de una fiesta que no dejaba de crecer.